jueves, 10 de diciembre de 2009

Es tristeza la soledad del camino...

Sentir el silencio gastado de mares que pierden horizontes de madera,
Nada más que el recuerdo te hace merecedor de la carne,
El aire que respiro es carbón y cenizas de piedras muertas,
De luces que perforan los ojos de las palomas, de la paloma triste sobre dos mundos de juguete.

Soy cuanto no he podido ser, no soy más que un sueño, cálido, anunciando la primavera, la unción paternal, las manos tiernas que apoyan sus cabezas sobre la herida,
Que crucifican tiempos, que destierran ciudades de opio, de sueños sostenidos en la inocencia de la noche de los pueblos.

Es silencio todo lo que te ha golpeado, perforando tu sosiego de coplas, de versos que no llegan, de rimas que se han perdido bajo los torpes dedos que anuncian un vendaval de pájaros fosforescentes, de luciérnagas pintadas de viento que taladran tu cabeza.

Este montón de palabras, apiladas, enfrentadas, escriben lo que no me animo a decir, no siento vivir sin respirar los pulmones, no soy sangre sin sudor, solo yo comprendo la agonía de los muertos, el sufrimiento de la tierra por no poder conservarlos, el profundo dolor que escupe ataúdes en el mármol, que frena mi mano para ajusticiar al verdugo.

Es vida todo lo que se te ha negado, respirando girasoles de noche, pidiendo perdón por no haberte perdonado, buscando la niñez que escucha voces en tu oído, que te recuerda la tristeza de los puertos, el olor a humedad del molino, que apuñala tu vientre, que te moja los pies descalzos de hambre, cansados de tristes cielos bajo el mar, de mares que se pierden en las herrumbrosas figuras que no han querido olvidarte.

Es tristeza la soledad del camino, la lluvia que llora en tu nombre, las flores muertas del sepulcro, la cruz de clavos de madera, el corolario de voces que no saben pronunciarte de tiempo, llorarte de voces, abrazarte de sueños, perderte de encuentros. No es bueno el silencio que oye gritos en mis manos. Se parece al dolor, mi semblante de lejanos ruiseñores, la vida que llevo es un cielo disecado.



Diego F. Casasbellas Alconada (4/11/2006)

Empobrecidas palabras

Hay un profundo vacio en tus palabras, extraña sensación de incomprensión.
Lejano silencio que corre sobre las vías de un tren que avanza, pesada y tristemente.
Hay, herrumbrosas figuras, talento empobrecido, ingratas palabras.
Latente, sobre las venas, fuera de su cauce, habrá silencio, y aire de sepultura, empobrecidas palabras, lejana tierra donde el poeta comprende lo inevitable, y advierte, tristemente, el ritual de su congoja.

Diego F. Casasbellas Alconada.
(6/II/09)

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cuanta dolorosa tristeza por pocos percibida.

Cuanta tristeza, en ésta casa que pronto estará vacía.
Todo cuanto ha sido entre estas paredes lentamente se irá,
flotando en el aire acumulado, despacio se irá el cálido aire de primavera,
que supo alegrar las flores que adornaron los pliegues de tu ausencia.

Cuanta tristeza, solitaria casa, silencio solitario; a otros darás cobijo,
Otras risas inundarán el aire, otros, seguramente, traerán un poco de sosiego a tu alma trepidada por tanta tristeza mía, corazón que negramente se esconde, y llora, negra y amargamente.

Cuanta tristeza, solitario mundo, cuanta dolorosa tristeza por pocos percibida.

Me voy casa de Vicente López, me voy de tus paredes, de tu balcón de verde enriquecido, de tus mañanas de sol que atravesaban el umbral de tanta pena,
Lentamente me iré, de noche, para no despertarte, en silencio, como todo lo que se ausenta.


Diego F. Casasbellas Alconada.
22/XII/2008

Proveer de conformidad que, será justicia.

Estudié y me recibí de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Hace tres años cursé, como oyente, “Elementos del Derecho Laboral” en la cátedra de los Dres. Ferreirós y Precedo. Al no habérseme asignado la materia, hablé con el Dr. Precedo quien me permitió asistir a las clases y rendir los exámenes pertinentes, para luego rendir la materia en calidad de “libre”. Terminé la cursada con nueve de promedio, y me anoté entonces en la mesa libre más próxima.
El examen de rigor me lo tomó la Dra. Ferreirós, rodeada de un séquito de adulones que, debo admitirlo, me provocaron en ese momento, debido a su marcada ignorancia, bastante gracia.
Durante el mismo, fui testigo de una flébil proyección de las inseguridades y veleidades de la Dra Ferreirós, la cual fustigaba mi ya harto nervioso organismo con preguntas tales como “Alumno, ¿qué quiere decir súbito?” “¿Dígame señor, qué quiere decir razonable?” Pasado mi asombro y estupor, ya dentro del cadalso, apelando al sentido común, herramienta ésta que suele ser poco valorada en el ambiente jurídico, interpelé a la Dra. tratándole de explicar que esos vocablos definían características o más bien realidades demasiado abstractas para ser definidas tan a la ligera. Vano fue mi intento de salvación, el destino inexorable llegaba para desterrar cualquier ilusión que hubiese forjado, irresponsablemente, amparado en la creencia de que el arduo estudio podría servirme ante la presencia de tan dantesco personaje.
Hace unos días, tuve el grato placer de leer varios fallos de Cámara de la Dra Ferreirós, debo admitir con sobrada soberbia, que grata fue mi sorpresa al confirmar que tanta pobreza de espíritu se veía reflejada en la exigua calidad de su redacción. Sabido es por cualquier persona que se interese en la literatura, en la buena por lo menos, que el lenguaje jurídico es el resultado de un avance, no demasiado importante, claro está, del léxico policial, lleno de errores gramaticales, de estilo y conjunciones semánticas dejadas de utilizar por el lenguaje vulgar hace ya casi un siglo. Más allá de esta apreciación, todavía quedan abogados que respetan el idioma castellano y saben manejar el lenguaje majestuosamente, claro que éste no es el caso de la Dra. en cuestión.
Los fallos que enriquecieron mi acervo cultural, contenían citas de Séneca, disertaban sobre la dignidad del hombre y la lucha contra la humillación, y no pude más que plantearme la evidente contradicción que se presentaba entre este pensamiento y las acciones llevadas adelante tiempo atrás contra un alumno, blanco de humillaciones, afrentas, sometido al ludibrio de una mujer que, lamentablemente, cree poseer una preparación e inteligencia que a las claras no posee.
Mención aparte merece la introducción en los fallos de la esclarecedora frase, que bien podría haber sido escrita por Borges al expresar algo así como “la vida es una autobiografía que se escribe todos los días”; creyendo primero, por baladí que esto parezca, haberla leído en algún chocolatín de esos que traen alguna frase que a cierta edad nos revela la trascendencia del hombre y su sentido en el mundo; luego pude darme cuenta de que seguramente, esa revelación debía haber sido entregada, con notable generosidad, a las manos populares por algún gran pensador de esos que se dedican a realizar una actividad tan poco practicada y valorada: pensar.
La vida seguirá su curso, la vacuidad de espíritu existió y existirá siempre, también existirá siempre la gente interesada en pensar, en darse cuenta de que la vida es demasiado importante para detenerse en futilidades. El séquito de adulones seguirá recordándole a la Dra. que el Derecho Argentino y por que no, el del resto del mundo, está en deuda ante tamaño aporte jurídico por ella brindado; ésta, no pudiendo ver más allá de su mediocridad, acicateada por sus seguidores, creerá con fervor y soberbia desmedida cada una de las palabras pronunciadas.
“Necesitan incienso e incensario / tu secundaria vida, tu corazón de espino secundario / tu soberbia de zarza consumida”, decía con inspirado acierto el genial poeta Miguel Hernández. Hoy, un mundo anquilosado y perimido produce, como siempre lo ha hecho, gente pobre; en el profundo sentido de la palabra.


Diego F. Casasbellas Alconada
Abogado
27667604
diegocasasbellas@hotmail.com

lunes, 2 de noviembre de 2009

Conferencia sobre Vallejo en el Centro Cultural Recoleta

El lunes de la semana pasada asistí, junto con mi hermana, a una conferencia sobre César Vallejo en el Centro Cultural Recoleta. El encargado de la misma, un joven que debía rondar los treinta años, quizás menos, disertó sobre la obra del genial poeta peruano con sobrada elocuencia, con un cabal conocimiento del lenguaje poético y, en este caso puntual, sobre su relación con la filosofía explicitó las estructuras básicas del pensamiento filosófico de autores como Heidegger.
El magro auditorio, compuesto por alrededor de unas veinte personas; esta escuálida concurrencia guarda inmediata relación con el valor que se le otorga a la poesía en nuestro país, escuchó con atención las palabras del joven orador. No obstante, en las postrimerías de la conferencia, un señor apoltronado, de unos setenta años, interrumpió al conferencista refutándolo en algunos aspectos biográficos de Vallejo que el joven había introducido en su disertación con el fin de esclarecer la personalidad del poeta. Luego de la primera interrupción llegó, inexorable, la segunda, en la cual, luego de exponer ciertas futilidades inherentes a la interpretación poética –como si la exégesis de la poesía tuviese algún valor que trascendiese la mera arrogancia de quienes se consideran expertos en la materia-, se autoproclamó uno de los más grandes expertos en Vallejo. Haciendo ostentación de su calidad de “poeta”, alcanzó el paroxismo con su perorata al exponer su desopilante teoría mediante la cual: “sólo los poetas son capaces de entender la poesía”.
César Vallejo, sin duda uno de los más grandes poetas de la literatura universal, poseedor de una voz ecuánime y profundamente conmovedora. Quien ha sentido como propio y expresado con hondura el dolor humano es, claramente, contrario a esta absurda y pueril afirmación de manual escolar.
El trabajo del poeta, decía Borges, es constante, no trabaja sólo cuando escribe, sino que también lo hace a lo largo de toda su vida, contemplando las cosas que pasan a su alrededor. El poeta tiene una forma particular de ver las cosas, en eso se diferencia del resto de los mortales, por lo que hay evidencia de sobra, a lo largo de la historia de la humanidad, para afirmar que hay poetas que nunca han escrito una sola línea y, por otro lado, personas que han escrito toneladas de versos a quienes no les correspondería jamás dicho adjetivo.
“El poeta habla desde el nivel exacto del hombre”, decía León Felipe. “...Yo he soñado mucho, como buen marinero. El poeta no tiene más argumentos que sus sueños”. Escribió el mismo autor a sus amigos con motivo del festejo de su cumpleaños número setenta en el poema “Un poderoso talismán”. En "El Poeta Prometeico" (de Ganarás La Luz) dijo: “Y hay voces de tragedias antiguas que me siguen para que yo las defina con mi sangre...” Quizás sea esa la verdadera función del poeta.

Diego F. Casasbellas Alconada
Abogado
27.667.604
diegocasasbellas@hotmail.com