miércoles, 4 de noviembre de 2009

Proveer de conformidad que, será justicia.

Estudié y me recibí de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Hace tres años cursé, como oyente, “Elementos del Derecho Laboral” en la cátedra de los Dres. Ferreirós y Precedo. Al no habérseme asignado la materia, hablé con el Dr. Precedo quien me permitió asistir a las clases y rendir los exámenes pertinentes, para luego rendir la materia en calidad de “libre”. Terminé la cursada con nueve de promedio, y me anoté entonces en la mesa libre más próxima.
El examen de rigor me lo tomó la Dra. Ferreirós, rodeada de un séquito de adulones que, debo admitirlo, me provocaron en ese momento, debido a su marcada ignorancia, bastante gracia.
Durante el mismo, fui testigo de una flébil proyección de las inseguridades y veleidades de la Dra Ferreirós, la cual fustigaba mi ya harto nervioso organismo con preguntas tales como “Alumno, ¿qué quiere decir súbito?” “¿Dígame señor, qué quiere decir razonable?” Pasado mi asombro y estupor, ya dentro del cadalso, apelando al sentido común, herramienta ésta que suele ser poco valorada en el ambiente jurídico, interpelé a la Dra. tratándole de explicar que esos vocablos definían características o más bien realidades demasiado abstractas para ser definidas tan a la ligera. Vano fue mi intento de salvación, el destino inexorable llegaba para desterrar cualquier ilusión que hubiese forjado, irresponsablemente, amparado en la creencia de que el arduo estudio podría servirme ante la presencia de tan dantesco personaje.
Hace unos días, tuve el grato placer de leer varios fallos de Cámara de la Dra Ferreirós, debo admitir con sobrada soberbia, que grata fue mi sorpresa al confirmar que tanta pobreza de espíritu se veía reflejada en la exigua calidad de su redacción. Sabido es por cualquier persona que se interese en la literatura, en la buena por lo menos, que el lenguaje jurídico es el resultado de un avance, no demasiado importante, claro está, del léxico policial, lleno de errores gramaticales, de estilo y conjunciones semánticas dejadas de utilizar por el lenguaje vulgar hace ya casi un siglo. Más allá de esta apreciación, todavía quedan abogados que respetan el idioma castellano y saben manejar el lenguaje majestuosamente, claro que éste no es el caso de la Dra. en cuestión.
Los fallos que enriquecieron mi acervo cultural, contenían citas de Séneca, disertaban sobre la dignidad del hombre y la lucha contra la humillación, y no pude más que plantearme la evidente contradicción que se presentaba entre este pensamiento y las acciones llevadas adelante tiempo atrás contra un alumno, blanco de humillaciones, afrentas, sometido al ludibrio de una mujer que, lamentablemente, cree poseer una preparación e inteligencia que a las claras no posee.
Mención aparte merece la introducción en los fallos de la esclarecedora frase, que bien podría haber sido escrita por Borges al expresar algo así como “la vida es una autobiografía que se escribe todos los días”; creyendo primero, por baladí que esto parezca, haberla leído en algún chocolatín de esos que traen alguna frase que a cierta edad nos revela la trascendencia del hombre y su sentido en el mundo; luego pude darme cuenta de que seguramente, esa revelación debía haber sido entregada, con notable generosidad, a las manos populares por algún gran pensador de esos que se dedican a realizar una actividad tan poco practicada y valorada: pensar.
La vida seguirá su curso, la vacuidad de espíritu existió y existirá siempre, también existirá siempre la gente interesada en pensar, en darse cuenta de que la vida es demasiado importante para detenerse en futilidades. El séquito de adulones seguirá recordándole a la Dra. que el Derecho Argentino y por que no, el del resto del mundo, está en deuda ante tamaño aporte jurídico por ella brindado; ésta, no pudiendo ver más allá de su mediocridad, acicateada por sus seguidores, creerá con fervor y soberbia desmedida cada una de las palabras pronunciadas.
“Necesitan incienso e incensario / tu secundaria vida, tu corazón de espino secundario / tu soberbia de zarza consumida”, decía con inspirado acierto el genial poeta Miguel Hernández. Hoy, un mundo anquilosado y perimido produce, como siempre lo ha hecho, gente pobre; en el profundo sentido de la palabra.


Diego F. Casasbellas Alconada
Abogado
27667604
diegocasasbellas@hotmail.com

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